
• LA DISCIPLINA DE ESCUCHAR
• EL EFECTO PYGMALIÓN
En la vida ocurren situaciones que parecen causadas por el “efecto Pygmalión”; es decir, cuando convertimos nuestras expectativas en realidad.
El factor más importante que marca el éxito o el fracaso de un estudiante no es su coeficiente intelectual o autoestima, sino lo que su maestro piensa de él. El “efecto Pygmalión” se da en mayor proporción entre las personas más jóvenes.
Nuestros prejuicios-es decir, lo bueno o lo malo que pensamos y esperamos de otras personas- influyen sólidamente en nuestra realidad. Hay profesores que catalogan a sus alumnos la primera vez que hablan o actúan en clase, asegurando que inteligentes, regulares, flojos o tímidos, entre otras calificaciones.
Si nuestra imagen sobre los demás es tan importante para su éxito, debemos tener muchísimo cuidado en no encasillar mentalmente con un prejuicio.
DELES LA OPORTUNIDAD DE EQUIVOCARSE A SUS SUBORDINADOS SIN PONERLOS EN LA “CARCEL” DE SUS PREJUICIOS
• EL SILENCIO DE LOS INOCENTES
Nos enseñaron a saber hablar, pero nunca nos enseñaron a saber escuchar.
Es muy fácil dejar de escuchar al otro y sintonizar nuestros propios pensamientos.
- Respetar implica entender que todas las personas tienen los mismos derechos que nosotros y que merecen ser escuchados. El respeto es un acto de amor y entrega al prójimo.
“ABANDONEMOS NUENSTROS PREJUOICIOS Y ASÍ TENDREMOS UNA ACTITUD MÁS HUMILDE QUE NOS PERMITIRÁ ESCUCHAR Y APRENDER MÁS”
Es muy fácil dejar de escuchar al otro y sintonizar nuestros propios pensamientos.
- Respetar implica entender que todas las personas tienen los mismos derechos que nosotros y que merecen ser escuchados. El respeto es un acto de amor y entrega al prójimo.
“ABANDONEMOS NUENSTROS PREJUOICIOS Y ASÍ TENDREMOS UNA ACTITUD MÁS HUMILDE QUE NOS PERMITIRÁ ESCUCHAR Y APRENDER MÁS”
• PARA SABER ESCUCHAR NO SOLAMENTE SE NECESITA OÍDOS
Saber escuchas es más que tener la capacidad física oír, es poseer la capacidad de dejar oír nuestras propias palabras. Sabemos que una mínima parte de la comunicación se deriva de las palabras, cuando hablamos debemos escuchar no solo con nuestros oídos, sino y sobre todo con nuestros ojos, de manera que también leamos el lenguaje no verbal de las personas.
Así como los ruidos interfieren en nuestra capacidad de escuchar cuando hablamos, nuestros ruidos internos- es decir, los prejuicios – también la dificultan. Los prejuicios son inherentes al ser humano; nos ayudan a no cometer los mismos errores y a no reflexionar de nuevo sobre situaciones y experiencias conocidas.
Lo negativo de los prejuicios es que son generalizaciones que actúan subconsciente y automáticamente, restándonos la posibilidad de cuestionarlos.
“EL SER HUMANO NO VE LA REALIDAD TAL COMO ES, SINO COMO LA IMAGINA A TRAVÉS DE SUS PREJUICIOS”
• JUGANDO AL TELÉFONO MALOGRADO
Saber escuchas es más que tener la capacidad física oír, es poseer la capacidad de dejar oír nuestras propias palabras. Sabemos que una mínima parte de la comunicación se deriva de las palabras, cuando hablamos debemos escuchar no solo con nuestros oídos, sino y sobre todo con nuestros ojos, de manera que también leamos el lenguaje no verbal de las personas.
Así como los ruidos interfieren en nuestra capacidad de escuchar cuando hablamos, nuestros ruidos internos- es decir, los prejuicios – también la dificultan. Los prejuicios son inherentes al ser humano; nos ayudan a no cometer los mismos errores y a no reflexionar de nuevo sobre situaciones y experiencias conocidas.
Lo negativo de los prejuicios es que son generalizaciones que actúan subconsciente y automáticamente, restándonos la posibilidad de cuestionarlos.
“EL SER HUMANO NO VE LA REALIDAD TAL COMO ES, SINO COMO LA IMAGINA A TRAVÉS DE SUS PREJUICIOS”
• JUGANDO AL TELÉFONO MALOGRADO
En el gran circuito de tuberías de la comunicación que existe se puede tomar dos posiciones:
- La primera consiste en ser un tubo que ayude a trasmitir todos los mensajes, sobre todo los negativos y destructivos.
- La segunda opción es ser un filtro que deje de pasar únicamente el agua cristalina de mensajes positivos, filtrando las impurezas de los mensajes destinados a destruir.
“APRENDAMOS A DESCUBRIR UN MARAVILLOSO DIAMANTE EN EL INTERIOR DE CADA SER HUMANO DEJANDO DE LADO LAS EQUIVOCACIONES, LA NEGATIVIDAD Y LOS CONFLICTOS”
- La primera consiste en ser un tubo que ayude a trasmitir todos los mensajes, sobre todo los negativos y destructivos.
- La segunda opción es ser un filtro que deje de pasar únicamente el agua cristalina de mensajes positivos, filtrando las impurezas de los mensajes destinados a destruir.
“APRENDAMOS A DESCUBRIR UN MARAVILLOSO DIAMANTE EN EL INTERIOR DE CADA SER HUMANO DEJANDO DE LADO LAS EQUIVOCACIONES, LA NEGATIVIDAD Y LOS CONFLICTOS”
• EL EFECTO PYGMALIÓN
En la vida ocurren situaciones que parecen causadas por el “efecto Pygmalión”; es decir, cuando convertimos nuestras expectativas en realidad.
El factor más importante que marca el éxito o el fracaso de un estudiante no es su coeficiente intelectual o autoestima, sino lo que su maestro piensa de él. El “efecto Pygmalión” se da en mayor proporción entre las personas más jóvenes.
Nuestros prejuicios-es decir, lo bueno o lo malo que pensamos y esperamos de otras personas- influyen sólidamente en nuestra realidad. Hay profesores que catalogan a sus alumnos la primera vez que hablan o actúan en clase, asegurando que inteligentes, regulares, flojos o tímidos, entre otras calificaciones.
Si nuestra imagen sobre los demás es tan importante para su éxito, debemos tener muchísimo cuidado en no encasillar mentalmente con un prejuicio.
DELES LA OPORTUNIDAD DE EQUIVOCARSE A SUS SUBORDINADOS SIN PONERLOS EN LA “CARCEL” DE SUS PREJUICIOS
• EL SILENCIO DE LOS INOCENTES
Generalmente, los supuestos grupales son impuestos por el líder que, a partir de sus experiencias y éxitos pasados, tiene las ideas claras acerca de cómo se deben hacer las cosas. Sin embargo, los supuestos de este líder pueden dejar de seguir vigentes y perjudicara la organización. No es suficiente que el jefe aprenda a cuestionar, también su propio equipo debe evitar ser arrastrado por la corriente por seguir a ciegas al líder sin discutirle.
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